Lo cuento en el inacabable libro al que cada día le voy aumentando páginas y que por lo mismo quizás nunca lanzaré a conocimiento público; podría ser que lo hagan mis deudos… Ahí relato que antes de que mis padres me ingresen a la primaria del San José - La Salle, mi progenitor ya me había enseñado a leer, escribir y entender lo leído; tal “atracción” la aprovechaba un hacendado visitante del hogar de mis abuelos, quien hubiese dado la mitad de su fortuna por saber lo que mi padre me enseñó; era analfabeto, por ello, él me “pagaba” un medio, un real o una peseta, para que le lea “El Universo”; esto hizo que -ya cincuentón- yo ingresé a la ULEAM, para “legalizar” mi primera actividad y fuente de ingresos: ¡la Comunicación!

Durante mi vida en Guayaquil hice lo que a mi padre vi hacer cada día: leer “El Universo”; al mudarme a este querido Manabí mantuve ese buen hábito, aumentado con “El Diario”. A más de lo anterior, mi primer empleo y mi primer negocio empresarial lo conseguí y realicé por anuncios de “El Universo”; así también, algunos bienes y vehículos los transé usando el matutino guayaquileño. Aparte, pienso que buena porción de lo poco que sé, debí asimilar de la diaria lectura de los trabajos periodísticos y opiniones que aún me da ese periódico.
Con estos antecedentes ¿podré ignorar el presente y futuro de este compañero y ayuda de mi vida?; ¡muy difícil!; por ello, en los difíciles y controvertidos momentos por los que atraviesa, considero mi elemental deber escribir estas letras en las que, sin considerarlo un dechado de virtudes, reconociéndole -como en toda obra humana-  imperfecciones y fallas de diversa índole y sin intentar ser juez de la situación que está en manos de la controvertida justicia y dentro de un curioso proceso legal, manifiesto mi preocupación ciudadana por la suerte de “El Universo” y sus personeros; y como hombre constructivo y de paz que soy,  recordando, “No hay mejor juicio que un mal arreglo”, refrán que oí al sabio señor a quien de niño le leía “El Universo”, invoco a las dos partes a una conciliación, es decir, a practicar ese proverbio con lo que realmente sería “un gran arreglo”; muy bueno, no solo para ellos, sino principalmente para la patria toda.
La pugna legal entre el Presidente de nuestro país y una institución casi centenaria, tan reconocida como “El Universo”, afecta a algo indispensable que parece escasear en el convivir nacional: la Confianza; y esto nos perjudica tremendamente; sería una gran lección y buen ejemplo al orbe entero una demostración de magnanimidad, un verdadero mutuo sacrificio personal, en beneficio de los más necesitados; ellos son quienes más agradecerán y se beneficiarán con el clima de paz y confianza que se fortalecerá y es vital para lograr el prometido “buen vivir”.  <