Para esto último se está nombrando a los tres ciudadanos que tendrán el tremendo deber cívico de escoger a quienes formarán la función Judicial, designando a quienes de veras lo merezcan - de entre tanto postulante que abarrotará el listado de profesionales-, tanto por sus conocimientos legales como, lo más importante, por los límpidos antecedentes y trayectoria que los adornen.

Pero para llegar a esta final etapa de la transformación resuelta, los entes encargados de nombrar a los tres ciudadanos responsables de tan delicada misión tienen que hacer conciencia que sus escogidos son algo cercano a lumbreras de la honradez y capacidad; personas sin mancha alguna, ni sospechas de ellas que empañen sus vidas; que su solo nombre sea una garantía del recto y vertical proceder al que se ajustarán en el cumplimiento de la histórica misión que la patria les está confiando. Eso es lo que espera el pueblo que apoyó la consulta popular. Lo contrario será una traición a su decisión.

Porque no transmitiría confianza a los ciudadanos un proceso como el que acaba de terminar para nombrar Fiscal de la nación, que ha acumulado tantas controversias y culmina con una seria duda sobre la actuación de la entidad nominadora.