Llamada a prolongar la vida de quienes requieran el trasplante de algún órgano vital, la ley se presenta como una oportunidad maravillosa para aquellos que sean compatibles con el material a obtener de las personas que hayan pagado tributo a la vida recientemente.
Es conocido que, de acuerdo a la ley, todos quienes fallecen en el territorio nacional se vuelven automáticamente donante, si es que en vida no expresaran voluntad contraria a ello.  
Sin embargo, aun falta reglamentarla por lo que su efecto positivo no logra sentírse con la fuerza esperada, debiendo apurarse este paso para que las buenas intenciones no queden solo en eso.
Porque actualmente, quienes están en el corredor de la desesperación lamentan las serias dificultades para obtener el órgano requerido, como quedô registrado en el caso del ingeniero portovejense que no logró sobrevivir porque no encontró donante, y cuyos familiares, en carta dirigida al Presidente de la República, hicieron  mención de aquello, pidiéndole la expedición del Reglamento para superar los escollos que se les presentaron.
Y debe ser pronto porque puede significar la salvación de muchos.<