Se autoproclaman orgullosamente como “la fuerza amarilla” y el crecimiento en número ha sido en alguna forma facilitado por las consideraciones especiales que suelen recibir de los diferentes gobiernos, lo que permite, también, los excesos, fáciles de notar.

El taxismo constituye una gran fuerza laboral que está al servicio de la comunidad para facilitar el transporte urbano, siendo vital para la comunicación interna y el desarrollo del turismo, del que depende mucho para incentivarlo con un buen servicio y atención. La imagen que de es la que almacenará en la memoria el visitante, especialmente.
Sin embargo, aquella responsabilidad suele ser contrastada cuando la viveza criolla se trepa a la espalda del respeto al prójimo, y el servicio se convierte en abuso, como está sucediendo en las últimas semanas, por ejemplo, en la capital manabita, donde ilegal y abusivamente ha empezado a cobrarse a los usuarios tarifas que atentan contra la economía popular.
Porque los taxis son utilizados popularmente, sin distinción de clases, y cualquier incremento afecta a los bolsillos de todos, por lo que subir las tarifas es un acto arbitrario si no proviene de un estudio que justifique el aumento, basado en la realidad social.
Y aquello no ha sucedido, siendo, entonces, un abuso lo que realizan los taxistas que demandan del usuario más de lo acordado como tarifas dentro de la ciudad. Más aun, aquello no solamente que tiene que ser rechazado por la comunidad sino sancionado por la autoridad correspondiente.
Y los dirigentes deben preocuparse porque los asociados a la clase sean lo necesariamente conscientes para entender que no hay que tratar de aprovecharse de tan elemental servicio, sobre todo si es el pueblo mismo, a través del gobierno, el que subvenciona los taxis con las exoneraciones contempladas en la ley.<