Él solo ve sombras; para llegar a la Asociación de no videntes lo hace por cuenta propia desde San Mateo, donde vive, hasta Manta.

Juan Pablo aspira estudiar y graduarse como contador y conseguir algún trabajo donde pueda ejercer la profesión. 

Una de las causas para quedarse ciego es el desprendimiento de retina. Aquello le ocurrió a Antonio Gutiérrez, quien perdió la visión a los 20 años. El joven se encontraba jugando pelota cuando un golpe lo dejó sin ver para el resto de su vida.

Cuando los doctores le dijeron que se quedaría ciego intentó suicidarse. Se repuso de la depresión y ahora es capacitador en la Asociación de Personas No Videntes de Manta. Cumplió 49 años, está casado y tiene tres hijos.

Milton Toala, conocido como “Pipito”, también padece de desprendimiento de retina desde los 18 años de edad por un golpe. La oscuridad fue terrible.

“Pipito” es casado con Luz María Mendoza, quien también es ciega, él tiene un negocio en el hospital Rafael Rodríguez Zambrano. Ambos son padres de un bebé que nació a finales del año anterior.

La ceguera también se da por malformaciones genéticas y hereditarias y ese es el caso de Marlon Moreira, de 12 años, quien nació con retinitis prematura. El sueño del niño es ser doctor. Marlon se baña, come, busca su ropa y se viste solo. Cada vez tiene más independencia. 

En Manta existe la Asociación de personas no videntes San Pablo, donde hay alrededor de 60 personas y funciona en el Patronato Municipal.

En esta asociación enseñan a las personas a escribir y leer en el sistema de lectura y escritura braille, también capacitan en computación y algunas técnicas para ciegos.