Pocas horas después de perder la final del Mundial de Clubes contra el Internacional de Porto Alegre brasileño, el astro brasileño espera enjugarse las lágrimas en Suiza, a donde viaja dispuesto a recoger su tercer trofeo de mejor jugador. La FIFA, partidaria de lemas rimbombantes para sus galas de fin de curso, ha aprovechado que la de este año se celebra justo cuando se cumplen 250 años del nacimiento del genio austríaco para volver a unir en la Ópera de Zúrich fútbol y música, en un espectáculo conducido por el ex jugador y técnico holandés Ruud Gullit, que intercalará fragmentos de óperas de Mozart con imágenes de los premiados. Y, si alguien puede ser apodado en la actualidad el Mozart del fútbol es Ronaldinho, que también fue un talento precoz y que, en el Barcelona, se ha mostrado como un virtuoso compositor del juego de su equipo. El posible triunfo de Ronaldinho, avalado por el hecho de que ha querido estar en Zúrich pese a la paliza que supone el desplazamiento desde Japón, también tendrá detractores, porque el “gaucho” ha sucumbido en dos de los momentos culminantes de la temporada; la Copa del Mundo de Alemania y la final del Mundial de Clubes. Para curarse en salud, la FIFA decidió que en esta edición también se entreguen los premios a los Mejores Jugadores del Mundial, por lo que Zidane, que ganó el Balón de Oro de Alemania 2006, y Cannavaro, plata, tienen asegurada su presencia entre los premiados, junto al centrocampista italiano Andrea Pirlo, bronce. En la Ópera de Zúrich, en una gala que comenzará a las 20h00 horas y que tendrá su momento culminante con el anuncio de los ganadores, hora y cuarto después, habrá dos ausencias notables; la del camerunés Samuel Eto’o y el francés Thierry Henry. A Eto’o le ha sacado del cuadro de honor la eliminación de su selección antes del Mundial y una grave lesión al comienzo de esta temporada, mientras que Henry se ha quedado con el estigma de perdedor, pese a alcanzar la final de la Liga de Campeones y del Mundial.