Igualmente indicamos que esta obra remplazó al antiguo mercado central de esa época de la ciudad, que era, junto al actual parque Vicente Amador Flor, un referente comercial y de identidad cultural por su folclor local y manabita; pero que, no obstante, la inexorable dinámica social tenía que dar paso a la modernidad, y su construcción fue un paso gigante en la ornamentación de la urbe y cambio de imagen a tono con la época. Subrayamos que su manejo cayó en el juego de lo político y del oportunismo, desvirtuando el cometido por el cual fue creado. Sin embargo, lejos de observar con acritud a las corporaciones, especialmente la actual que intentó por tres ocasiones subastar este gigante de hierro y cemento, sugerimos que era preciso hacer conciencia sobre el aporte que este edificio hace urbanísticamente a la capital de la provincia. Luego de los fracasados intentos por entregarlo a administración particular, surgió la alternativa de manejarla como empresa, creándose una fundación que aún no ha sido legalmente autorizada, con lo que se espera llevar adelante el mejor aprovechamiento del edificio. Mientras, una nueva administradora ha empezado a hacer cambios positivos en el centro comercial, notándose un avance lento pero seguro, imponiendo autoridad para que las relaciones con los pequeños comerciantes y usuarios de los locales sean los adecuados económica y legalmente. Y hasta que lo de la fundación se cristalice, hay que apoyarla.