Siempre se ha manifestado que el poder está en el pueblo y que todo gobernante, de cualquier tipo de sistema político, desde la devaluada democracia hasta el oprobio de una dictadura, debe siempre deponer actitudes hostiles y beligerantes con relación a sus congéneres.

En los últimos días hemos sido testigos de varios acontecimientos mundiales que han causado  vergüenza y repudio, por la saña con que se producen grandes genocidios, por culpa de los tiranos que por años han mantenido sometidos y esclavizados a estos pueblos, con una mente reprobada, ambiciosa y sedienta de poder, llenos de maldad e injusticia. Así terminan siempre los que se endiosan  y están atestados de soberbia y orgullo.
Hermanos luchando y entregando sus vidas con el sólo propósito de alcanzar la tan ansiada libertad, pues al final han entendido que una vida sin dignidad no puede ser aceptada por nadie, pues se convierte en una pesadilla y sería una heredad denigrante para las nuevas generaciones.
Esto debe servir de lección para todos los que ahora se enseñorean con un falso poder y que abusan de la confianza de los pueblos,  que si bien es cierto permanecen adormecidos, degradando cada vez más su conciencia, empobrecidos moralmente y sin autoestima, por haber puesto su confianza en los hombres y no en el único y soberano Dios,  que pronto  hará  derramar su ira  y derribar a los falsos dioses que por todo el mundo oprimen a los más necesitados, que por cierto son sus  predilectos.
Una sociedad que no alcanza a comprender que todos los acontecimientos que están causando asombro y desesperanza, como desastres naturales, rumores de guerras, maldad y opresión;  y sobre todo,  la pérdida de la fe en Dios,  está profetizado en la Biblia, que es su  Palabra auténtica y verdadera: “el cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”, dijo Jesucristo al referirse a los tiempos del fin. (Mateo 24: 35).
Por eso, sólo debemos confiar en Él, pues también dijo: “Yo soy el Camino, y la Verdad y la Vida;  nadie viene al Padre,  sino por mí” (Juan 14: 6).  Por qué seguir a falsos dioses cuando hay un solo Dios verdadero, que le ha entregado al Hijo todo su poder para salvar, pero también para cumplir su justicia. El  tiempo se acorta,  debemos meditar, arrepentirnos y seguir al único camino, Jesús.