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editorial
Lorena Rodríguez y su paso por la Cámara Junior

El control en la venta de explosivos no puede quedar en palabras, como ha ocurrido en otros años, sino que debe ejercerse con severidad, para evitar que haya nuevas víctimas del manejo irresponsable de sustancias peligrosas.

Miércoles 13 Diciembre 2006 | 21:09

Como todos los años, las autoridades, entre ellas el intendente de Policía y los jefes de los cuerpos de bomberos, han anunciado que la vigilancia será estricta. Pero, finalmente, esos controles resultas insuficientes, pues los materiales explosivos se expenden libremente en las calles y hasta en establecimientos comerciales. No son pocas las muertes que se han atribuido a elementos como la pólvora y el fósforo blanco, utilizados en este tipo de objetos. Muchas de las víctimas fatales han sido niños ajenos al peligro que representa el contacto con tales sustancias. Los cuerpos de bomberos de Manta y Portoviejo han emprendido actividades para concienciar a los estudiantes de las escuelas acerca del peligro de incendios, mutilaciones y envenenamientos. Las charlas, en la capital manabita, y la dramatización, en el caso de Manta, son recursos educativos que permitirán a los más pequeños reparar en el potencial peligro que representan objetos con apariencia inofensiva. Esta responsabilidad debería extenderse, también, hacia los colegios y los hogares. Pero debe ir de la mano con acciones eficaces para eliminar la venta indiscriminada de petardos, camaretas, diablillos y otros explosivos. El anuncio de acciones que no llegan a cumplirse se convierte en una simple amenaza que fortalece, en lo posterior, la venta de estos productos, cuyo expendio al público debe ser prohibido y vigilado por organismos especializados.
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