Cada vez que Carmen Marcillo ve las publicidades del Ministerio de Bienestar Social o de la Vicepresidencia de la República se indigna. Allí se ven a sonrientes discapacitados atendidos por solidarios funcionarios.
Sin embargo, en su caso no es así, desde agosto del 2010 su esposo, Ángel Ruiz, de 34 años, está confinado a una cama, parapléjico luego de sufrir un accidente de trabajo cuando instalaba un cielo raso. En estos cinco meses las entidades de ayuda no han aparecido.
El caso ha sido recogido por los medios de comunicación y los ciudadanos han llegado con ayuda.
Carmen Marcillo dijo que un día alguien a nombre del Ministerio de Inclusión Económica y Social la llamó para prometerle ayuda, pero nunca concretaron. Ella aspira una silla de ruedas para sacarlo de la cama.
En la calle Nueva y avenida Universitaria, en cambio, viven dos gemelas de 7 años que tienen una discapacidad que aún los médicos no se atreven a dar un diagnóstico. Sus familiares han puesto banderas blancas a la entrada de la casa para atraer a la Misión Manuela Espejo, pero hasta ahora no tienen éxito.
En la ciudadela Nuevo Portoviejo el drama es de tres hermanas, quienes quedaron sin padre y sin madre y tampoco reciben ninguna asistencia. El director del MIES, Néxar Palacios, prefiere no hablar. <