La indecisión es la madre del fracaso o de todos los males, equivale a dudar, vacilar, tener dificultad en decidir llevar adelante una acción.
En la vida cotidiana, el no tomar decisiones en el momento oportuno puede postergar y hacer peligrar algo tan deseado como nuestra felicidad. Demorar una decisión es perder un poco de nuestra vida y no hacerlo a sabiendas que la debe tomar con valentía y dignidad nos frustrará, destinando a vivir a nuestra familia en la ignominia y desesperanza porque el progreso, tranquilidad y bienestar, se alejarán, dando como paupérrimo triste final, recibir lo que merecidamente estamos recibiendo.
En el mundo de los negocios, la toma de decisiones es mucho más importante, ya que las que tomemos o no, afectan positiva o negativamente no solamente a nosotros y nuestras familias, sino también a los accionistas, jefes, empleados, clientes, a la empresa y a su entorno en general.
Para triunfar tenemos que tomar decisiones inmediatamente, actuar sin ninguna demora y entrar en acción al instante. De nada nos servirá el tomar una decisión correcta si no la complementamos con la acción oportuna, sin pérdida de tiempo, pues el tiempo no se puede desperdiciar, gastar, peor ahorrar.
Postergar una decisión no es ser ejecutivo seguro, es ser en ocasiones el culpable de la liquidación de la empresa. No esperemos hasta el último momento para tomar una decisión. Dudar y demorarnos es una insensatez e irresponsabilidad; no pensemos que la decisión hay que tomarla en el momento preciso, cuando por estar buscando el instante apropiado, este no llegue jamás. Es prudente evitar que los problemas nos ahoguen. Es necesario recordar que es preferible perder un dedo antes que una mano, inclusive es mejor perder un brazo antes que la propia vida.
Para tomar decisiones hay que ser intuitivo, preparado, valiente y actuar sin titubeos ni vacilaciones. Hay que ejecutar con cabeza fría, control, inteligentemente, sin permitir que el mal genio y la provocación hagan eco en nuestra mente, en definitiva hay que pensar con el cerebro y no con las glándulas.
Tomar buenas, sabias, correctas y rápidas decisiones es progresar y hacer progresar, mejorar y hacer mejorar. Si se nos acaba el interés por progresar y mejorar, quiere decir que hemos iniciado nuestro camino al ocaso, al más allá; que no merecemos seguir viviendo, que ya no somos útiles para nadie, ni para nosotros mismos y que nuestra empresa está en camino de desaparecer también.