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El fútbol y el desfasaje tecnológico
El fútbol y el desfasaje tecnológico
Por: Ricardo Trotti
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Martes 13 Julio 2010 | 00:00

Nunca antes la tecnología influenció una Copa del Mundo como la que fenece este domingo en Sudáfrica; desde la captura de masivas audiencias, por primera vez por internet y televisión high definition, o en 3D, con iPad o YouTube, hasta la manipulación digital del zumbido de las vuvuzelas para que no afectaran la trasmisión.

 Todo este Mundial tuvo una proyección digital.
Incluso la experiencia de juego de los futbolistas pareció distinta. Su relación con los fanáticos ahora se cultiva en las redes sociales, en Twitter o Facebook, donde Cristiano Ronaldo es el más popular de los atletas con unos siete millones de seguidores y, ya sea por el polémico tecno-balón Jabulani, errático e impreciso, o el pasto híbrido, casi artificial, o las camisetas impermeables o los botines que consiguen mejor comba, la forma de jugar también fue, en gran medida, diferente.
Pero en lo que respecta a la esencia del fútbol, el juego limpio, existe un profundo desfasaje tecnológico. La tarjeta roja que en este Mundial le sacaron a los árbitros Jorge Larrionda y Roberto Rossetti, aniquilados por dos errores garrafales, debería adjudicársele a Joseph Blatter, el presidente de la FIFA, por haberse resistido a aplicar la tecnología al arbitraje.
Tras el silbatazo final que consagró a los españoles, el mayor desafío de Blatter no será encontrarle trabajo al pulpo alemán Paul, evitar que el inglés Mick Jagger pasee su mufa por los estadios o lamentarse que la modelo paraguaya Larissa Riquelme no haya llegado a desnudarse, sino escoger entre incorporar árbitros adicionales al lado del arco, implantar un transistor dentro de la pelota o pedir prestado el hawk-eye al tenis, para que equipos y fanáticos tengan mayores garantías de que no terminarán defraudados.
Apoyado por jugadores, directores técnicos, comentaristas deportivos y expertos, Blatter argumentaba en contra de la tecnología, principalmente, porque el fútbol es un deporte dinámico que no puede ser detenido a fin de revisar cada decisión y por su universalidad, al considerar que los mismos principios o la tecnología no podrían aplicarse en igualdad de condiciones (razones presupuestarias) en todas las ligas amateurs y profesionales de los 208 países que componen la FIFA.
Fueron éstos; argumentos siempre débiles. Es que la tecnología no debería ser usada a discreción, sino en situaciones decisivas, y sólo en un par de jugadas por bando, como ocurre en el tenis o el básquet, deportes que por ello no han perdido dinamismo ni universalidad (pregúntele sino a Rafa Nadal o a Lebron James), a pesar de que el replay y el ojo de halcón se usan sólo para campeonatos importantes y en ligas pudientes.  
La tecnología nos ha convertido a los fanáticos en mejores jueces y más inteligentes. Le toca ahora a la FIFA corresponder esos atributos. Esperemos que no nos haga una mala jugada.

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