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Apurar el despertar
Apurar el despertar
Por: Childerico Cevallos
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Domingo 04 Julio 2010 | 00:00

Haciendo gala de aquello que: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”, continuamos enrareciendo la atmósfera social en la que, si es verdad que el pez grande continuará comiéndose a los más chicos, el ser humano puede revertir aquella ley natural si se lo propusiera, pues nació con el don de la inteligencia, proporcionada por el Ser Supremo para distinguirse del resto de los animales, aunque insistamos en parecernos a ese resto, y algunos hasta superarlo.

Superarlo, como los Estados Unidos de Norteamérica, el país más poderoso del planeta, que sin otra oposición que aquella que proviene de quienes desean tener también el dominio del mundo, se ha erigido en el vigilante internacional para supuestamente combatir/defender todo aquello que atente contra las libertades del hombre.
Libertades del hombre que atropelló luego de aquel fatídico 11 de septiembre del 2001 (11S), cuando el gobierno de George Bush inició una persecución implacable contra todo lo que olía a peligro para la nación. Y no se paró  ante condiciones sociales, ni estatus legales, ni en doctrinas o principios que tradicionalmente han sido los baluartes para que esa nación merezca el respeto y la admiración mundial.
Admiración mundial que decayó cuando, dentro de su propio territorio, coartó la independencia  de la prensa, arremetió contra los derechos humanos, desconoció las libertades individuales y acrecentó sentimientos racistas, medidas que crearon temor en los colectivos minoritarios.
Minoritarios como el de Irak, país al que invadió desconociendo la autoridad de las Naciones Unidas y bajo el supuesto de la amenaza química que representaba, acción bélica por la que mucho ha sufrido la humanidad, cuya razón esgrimida para emprenderla no ha sido aún corroborada.
Corroborada ni justificada, por lo que, guardando las distancias, cito que algo parecido sucede en Ecuador desde hace buen rato. Un iluminado de cinco estrellas llegó al poder como el salvador de la patria para combatir a los “pelucones”, proclamándose de gran abolengo con pensamientos únicos para la acertada conducción del país.
País que ahora siente que los estragos de esta administración monárquica, con su majestad que lo sabe y dispone de todos. Basta insultar para que el resto se subordine, logrando casi completa sumisión, la que inició forzando una Constitución cuyo texto legal, aprobado por los asambleístas, fue sustituido con otro salido debajo de la manga, que ha utilizado para interferir en los otros poderes del Estado.
Poderes del Estado que espera tomar por asalto, para lo que apura la elaboración de leyes con las que quiere dar el “touché” y terminar su caminata hacia el totalitarismo apetecido.
Totalitarismo apetecido que en el mundo han fracasado, porque no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante, por lo que hay que esperar el amanecer para ver qué pasará. Solo hay que apurar el despertar.

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