Hace siete años, en un día como hoy, mi esposa Vida y yo nos levantamos muy temprano. Nos dirigimos emocionados a la iglesia del Carmen. Teníamos un propósito: visitar a la Virgen en su día.
Llevábamos en nuestras manos un pequeño manifiesto y un sueño. Juntos, leímos aquella carta. Le contábamos a la Virgen nuestro anhelo de fundar una editorial Católica, Ediciones Anab. Queríamos llevar esperanza, animar al desanimado y mostrar que era posible la santidad.
Teníamos grabadas en nuestras almas aquellas palabras de san Josemaría: “Soñad y os quedaréis cortos”.
En esos días sabíamos muy poco del tema. La pensamos como una editorial familiar. Los libros los armaríamos en casa, artesanalmente. Escribimos cuatro libros, los publicamos y arrancamos. Suponía que todo saldría de maravilla, el éxito instantáneo, pero no fue así. Tuvimos muchas dificultades.
A menudo me preguntaba si me había equivocado.
Un día mi hermano me dijo: “Lo que ocurre es que no sabes vender”. Y me enseñó. Luego aprendí a usar programas de diseño gráfico y a diagramar los libros. Con el tiempo las cosas fueron mejorando.
Lo más importante, lo aprendí en el camino: “Tendría que confiar en Dios”.
Y es que un apostolado sin oración y confianza, es inútil.
Comprendí que mi mayor dificultad no eran las ventas bajas, o los libros poco llamativos. Mi problema era que no confiaba lo suficiente. Tendría que aprender a confiar.
De esto se encargó el buen Dios. Y lo hizo de una forma sorprendente.
Empezó de esta manera: Necesitaba una suma elevada de dinero para unas portadas y no la tenía. Se me ocurrió visitar a Jesús en el Sagrario. Le dije: “Yo hice mi parte. Si quieres que se publiquen los libros, debes hacer algo”.
Me quedé un rato rezando y me marché. A los días me escribe una editorial de Brasil. Querían publicar mi libro: “El Camino del Perdón”, en portugués. “Se nos hace difícil enviarle los derechos de autor poco a poco", me dijeron, "pero si usted lo permite, se lo enviaremos todo mañana”. ¡Era la suma exacta que necesitaba! ¡Apenas podía creerlo! Recibí el dinero y corrí a pagar las portadas. Desde ese momento, casi a diario, tengo vivencias con el buen Dios. Las anoto, al igual que las de muchos otros que viven en Su presencia y no se cambian por nadie. Con estas anécdotas escribo los libros, que no han dejado de salir. La mayoría con más de diez, o quince ediciones.
Nuestra misión es: “Llevar esperanza”.
Nuestro lema: “Un libro, un alma”. Y nuestra meta: “un millón de libros”. A siete años de aquel día ya no me cuestiono si podremos llegar. Sencillamente sigo el consejo de san Benito: "Trabaja y reza".
Tengo la certeza de que, con tus oraciones y tu apoyo, este sueño se hará realidad.