•    El Diario. ¿Cómo se inició en el taxismo?

•    Carlos Bowen. Fue después que llegué de Quevedo, donde administraba una bananera, antes de eso había sido policía rural, pero me retiré por las injusticias que cometían con quienes eramos parte de la tropa.

•    ED. ¿Por qué eligió este trabajo?

•    CB. Porque algo tenía que hacer para ganarme la vida, además sólo había terminado la primaria. Mientras estaba en la Policía había obtenido la licencia sportman, pero acá en Portoviejo, a través del Sindicato de Choferes, saqué la licencia como profesional.

•    ED. ¿Cuánto se cobraba por una carrera en ese tiempo?

•    CB. Cinco sucres, y con eso alcanzaba para mantener una familia, y educar a los hijos.

•    ED. ¿Cómo era Portoviejo cuándo usted empezó en el taxismo?

•    CB. Era una ciudad pacífica por donde se podía transitar libremente, en esa época, si mal no recuerdo, había siete cooperativas de taxis, ahora hay más quince.

•    ED. En su trabajo debe  tener varias anécdotas
 
•    CB. Una vez me dispararon en Ventanas, eso pasó cuando me contrataron para desalojar a un grupo de invasores de una hacienda; y hace unos tres años un asaltante en El Florón me quitó 13 dólares, como no opuse resistencia no me hizo daño.

•    ED. Dicen que los taxistas saben la vida de todo Portoviejo, ¿es cierto eso?

•    CB.  (risas) Uno escucha lo que hablan los pasajeros, pero no opina, somos discretos y eso es la base que tenemos para seguir bien.

•    ED. ¿Cuál es la parte bonita de su trabajo?

•    CB.  Que nos permite distraernos, porque con nosotros se moviliza una gran cantidad de personas, por lo que no tenemos tiempo de aburrirnos.
La entrevista termina, una pareja se acerca hasta el carro y don Carlos se sienta frente a su volante para llevar a sus pasajeros a destino seguro.