Actualizado hace: 935 días 10 horas 37 minutos
Horacio Hidrovo
Pepe

Pepe Mendoza nace en medio de una ciudad con afiebrado romanticismo, el cual se proyectaría hasta la década de los años 70. Sin embargo, cabe señalar que la cuota actual de romanticismo es el vivo reflejo de una generación que sigue siendo protagonista de la vida espiritual de la Ciudad.

Martes 30 Junio 2009 | 21:02

Pepe Mendoza Medranda es uno de esos protagonistas que, bajo el paso silencioso de las estrellas, sigue asomado en el ventanal del tiempo con su amante irrenunciable: La guitarra. Los balcones portovejenses son testigos de la magia de sus dedos que llegó a la más altas interpretaciones musicales. Muchas veces lo vi en los caminos montubios de la esperanza. Pepe siempre ha vivido con el abanico abierto; es decir, su entorno es todo Manabí, por eso sus huellas huelen a camino real, a esteros con un murmullo verde de las montañas. Resumió en las cuerdas de su guitarra el amor a nena, una especie de Beatriz Partinari, que siempre lo esperó, más allá del tiempo fracturado del bohemio. La escuela Tiburcio Macías fue la escuela de la niñez Portovejense. La letra del himno, de Horacio Hidrovo Velásquez; y la música, de Homero Cevallos Intriago, todavía limpian nuestros oídos cuando los recuerdos tejen el tiempo y los años se ajan. Carlos Alejandro Solórzano, Carlos Guadamud y José Mendoza Medranda, tres voces, tres guitarras, una misma melodía. Siempre serán recordados. El Colegio Nacional Olmedo fue algarabía de los años juveniles. Pepe entonaba la guitarra entre noches románticas. Los amigos de Pepe son muchos, un pueblo que nunca dejo de cantar, en medio de una pobreza con dignidad. El más grande titulo de Pepe: su condición humana. Los grandes como Pepe nunca se van, regresan con sus propias sandalias en las cuerdas de una guitarra.
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