Trasladar las oficinas del gobierno central a Montecristi no implica la desaparición física de Portoviejo pero eso sí, la minimiza. No la mata pero la deja herida. No la enferma como para llevarla a la cama pero la deja con gripe. No la destituye como capital de la provincia por el sólo hecho de cambiar de domicilio de ciertas oficinas, pero al designar a Montecristi como capital de la región, le arrebata jerarquía. No lo dice pero en la práctica le quita ingresos a la ciudad, aquellos especialmente que están ligados al consumo primario. Es que los gastos de la burocracia, por pequeños que sean, le dan vida a la economía de la ciudad. El traslado de la burocracia a Montecristi tampoco aplasta, como pudiera decir el gobierno, los deseos de crecer de la ciudad pero sin duda lo puede retardar porque una ciudad pequeña como Portoviejo sin mayores fuentes de empleo donde las pequeñas y medianas empresas son el núcleo de la economía, las que el gobierno quiere estimular y de las que habla permanentemente, precisamente son las que pudieran salir afectadas porque perderían su principal mercado: la burocracia.