En 1997 se estreno un documental llamado “Trekkies”, que es como se conoce a la legión de seguidores de la franquicia interestelar. Yo, que más bien soy del equipo Star Wars, quedé asombrado y, no lo niego, un tanto envidioso al ver cómo los Trekkies llevaban su fantasía a donde ningún ser humano la había llevado jamás. Cuando les preguntaban por las razones de su fe, los fieles emitían una respuesta universal: Star Trek plantea la posibilidad de un universo donde todos podemos vivir en paz. Entonces entendí por completo lo que sospechaba desde hace años: mucha de esa gente se sentía rechazada por la sociedad, no eran héroes deportivos, reinas de belleza, ejecutivos exitosos o multimillonarios excéntricos; eran nerds inseguros, medio tartamudos y malos bailarines, gente de verdad. Según la filosofía Star Trek, sin importar de qué planeta vengan las razas, hay una oportunidad de comunicarse, un chance de crear armonía entre las galaxias. Respetar, tolerar, comprender y asumir las diferencias como puentes. J. J. Abrams, uno de los creadores de la prestigiosa serie “Lost” y el director de “Misión Imposible III”, es el responsable de “Star Trek” modelo 09 y vaya que tiene una difícil prueba que superar. Abrams, los guionistas Alex Kurtzman y el mexicano Roberto Orci (ambos escritores de Transformers) y un nuevo elenco de jóvenes actores, se están enfrentando cara a cara con el ejército más letal que haya producido la ciencia ficción. En la tradición de “Batman comienza” y la recién estrenada “X-Men orígenes: Wolverine”, “Star Trek” viaja al punto de partida, donde Kirk y Spock conocen al resto de la tripulación del USS Enterprise y forman su hermandad cósmica. Para los fanáticos, esta nueva entrega (que dicho sea de paso es la número once en cuanto a largometrajes se refiere) puede ser un milagro tanto como una irreparable tragedia. Para el resto de nosotros, puede ser otro paseo al espacio, la frontera final.