Actualizado hace: 932 días 29 minutos
Jorge Bello Moreira
El caso Chone

La percepción de fraude electoral que ha recorrido el país en estos días y que mantiene agitado el ambiente nacional, hasta las horas en que hago estos apuntes, para mi tiene su momento de clímax con el caso Chone. Dos versiones recoge El Diario en su edición del miércoles pasado, ellas intentan explicar el entuerto, ninguna de ellas es convincente para disculpar la disminución de votos, tan grosera, para un candidato y el aumento, dadivoso, para otros. ¿Error? Puede que lo sea, aunque no lo creo tanto. Las lecturas ineludibles, de ese episodio, pueden ser múltiples, pero paradójicamente no es el error doloso en sí lo más llamativo o extraño del asunto.

Viernes 01 Mayo 2009 | 20:40

Lo que más me sorprende y debe sorprender, también, a cualquier ciudadano preocupado por la marcha y transparencia de estos procesos, es la discrecionalidad que habrían tenido técnicos o funcionarios del organismo electoral para manipular a su arbitrio el sistema, como lo dejaron expresa e “inocentemente” establecido al “corregir”, urgidos por los reclamos, el supuesto error sin explicaciones, sin verificación o auditoría reputada los datos distorsionados. Cómo lo hacen, qué hacen, dónde lo hacen, quiénes lo hacen, son, entre otras, las tantas interrogantes lógicas que surgen al conocer el hecho; todo ello convierte al sistema informático y sistema electoral en incierto, inseguro, desconfiable, sospechoso . Digo yo: con la misma facilidad, rapidez, intimidad, voluntad y sigilo que arreglaron lo desarreglado del caso Chone ¿pueden alterar el resultado a favor o en contra de un candidato o tendencia? Así de simple y sencillo, el sistema no es inexpugnable, automatizado y menos creíble. Y, si esa era la apuesta o base en que sustentaban la confiabilidad de todo el proceso, se cayó. En mi caso, la presencia de Fernando Macías Pinargote y otros consejeros electorales locales me había dado tranquilidad y confianza en el proceso. ¡Por fin gente proba! Pero ellos no tienen el control de esa parte vital del proceso. La probidad de estas personas no es suficiente para que ahora creamos que el sistema informático no es amañado y truculento o por lo menos manipulable, como quedó demostrado al arreglar el entuerto casi por arte de magia. Este es un proceso nuevo, altamente improvisado, las normas y los sistemas son casi hechos al andar y fruto de ello se podría justificar ciertos errores humanos y lógicos que se dan en esta y cualquier sociedad que se intenta reinventar a menudo; pero cuando se advierte manipulación, intencionalidad, malicia y hasta cierta dosis de estafa a la voluntad de un pueblo, la cosa cambia y hay que condenarlo y denunciarlo, sin miramientos ni contemplaciones. La partidocracia parece haber mutado, ahora es verde indefinida y tiene un pintoresco discurso, con las mismas manías que alentaron la vocación de cambio en el pueblo. El cambio sigue esperando.
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